viernes, septiembre 11, 2009

El trato.

Desde la privilegiada vista de la terraza del chalet podía contemplarse como las olas se consumían suavemente contra la orilla de dorada arena.
En aquella terraza, con las manos apoyadas en la barandilla y mirando hacia el mar estaba el cliente. Llevaba un suéter ligero de color beige con unos pantalones de pinzas del mismo color y los píes descalzos.
Junto a él estaba M, tendido en una tumbona con un traje completamente de color cian, hasta los zapatos y los calcetines. Observando al cliente tras sus gafas de sol, creyendo saber todo lo que necesitaba de él para convencerlo.
-No hay nada que delate más a la vulgaridad que el éxito.- Exclamó de repente el cliente.- Nada. Se puede decir que ambas cosas van siempre de la mano.
El cliente alzó la cabeza y miró hacia el cielo, pero sus ojos estaban contemplando su interior.
-Sí. He sido vulgar.- Continuó.- Lo reconozco. Pero ya no tendré que volver a preocuparme por el dinero, nunca más, y eso es un gran alivio. Este mundo nos hace ser vulgares y ahora que podría dejar de serlo resulta que no puedo. Me delataría. El mundo descubriría que o bien finjo ser quien no soy o fingía ser quien no era. Y créame, hay algo peor que ser vulgar y es ser ridículo.
-Eso se podría arreglar.- Siseó M.
-Sí, se que usted podría… Pero eso que usted anda buscando yo ya no lo tengo. Lo vendí. A cambio de todo esto. -El cliente extendió su brazo y señaló con un movimiento todo lo que les rodeaba. -Usted ya no es el único que le interesa esos artículos Señor M.
-Reconozco que desde hace tiempo me están poniendo las cosas difíciles.
-Sí, supongo que debe de ser injusto para usted. Usted estaba aquí antes. Pero ¿Quiénes somos nosotros para hablar de justicia?. El universo entero es injusto, con esos planetas, soles, asteroides y agujeros negros moviéndose indiscriminadamente. Somos insignificantes y supongo que el hecho de que unas criaturas insignificantes le hagan la competencia a una eminencia como usted hace que todavía sea más injusto.
M chasqueó su lengua contra su paladar. Aquella conversación no iba a ningún lado y habían otros clientes a los que visitar. Se levantó de la tumbona y miró a su último fiasco comercial para despedirse cortésmente. Hay que quedar bien siempre.
-Bueno. Veo que ninguno de nosotros puede ofrecer al otro nada que de verdad le interese. Así que no le molestaré más. Ha sido un placer y le agradezco su hospitalidad.
-Para mí ha sido un auténtico honor su visita. Jamás pensé que tendría el privilegio de que usted se interesase por mí.
-No hay de qué. Pero si cambia de idea…bueno, yo sabré si ha cambiado de idea.- M esbozó una pícara sonrisa.
El cliente extendió su mano para estrechar la de M, pero este reculó ante el ofrecimiento.
-Oh, no.- Exclamó.- No puedo hacer eso a no ser que haya trato.
-Disculpe, no lo sabía.- Dijo el cliente algo atribulado guardándose su mano precipitadamente en el bolsillo.
-Bien. Ya nos veremos.
-Cuando usted quiera.- Respondió el cliente haciendo una leve reverencia.
-No. Será cuando quiera usted.
M se desvaneció en el aire tan fugazmente como había aparecido ahí mismo unas horas antes.

En el aire

  • La última peli que he visto: The Host (Destruyendo espectativas)
  • Lo que estoy leyendo: Ahora mismo nada. :-(